martes, 22 de julio de 2008

Entrevista a Carl Honoré

Por Darío Wainer (Tematika.com)

DW- ¿En qué tendencias actuales se reconoce más y de cuáles y en qué se diferencia el movimiento Slow: ecologismo, buen vivir, new age?

CH- Yo creo que hay elementos de todas estas tendencias (ecologismo, buen vivir, new age) en la filosofía Slow. La filosofía Slow busca crear un mundo mejor, donde la gente vive mas sano y mas plenamente. En vez de pasar por la vida corriendo, vivirla con calma para poder disfrutar más. Otra consecuencia es que uno se vuelve más productivo también: el empleado sano, tranquilo, feliz y pausado, el empleado que sabe elegir la velocidad apropiada para cada momento, es un empleado más productivo, sobretodo en el largo plazo. No nos olvidemos de quien ganó la carrera entre la tortuga y la liebre...

La filosofía Slow consiste en un principio muy sencillo: que hay que darle a cada cosa/momento/tarea el tiempo y la concentración que necesita y merece. Se trata de hacer las cosas bien, en vez de siempre hacerlas rápido. De favorecer la calidad antes de la cantidad un todo -comida, sexo, trabajo, relaciones humanas, ejercicio, deportes, paternidad, etc. Buscamos un punto intermedio, un equilibrio entre la rapidez y la lentitud. No se trata de hacerlo todo a paso de tortuga. Eso sería una pesadilla tan fea como la de hacerlo todo a paso de liebre. Se trata de reaprender el arte de cambar de marchas, de hacer cada cosa a su "tempo giusto".

De cierto modo, el movimiento Slow reúne varias tendencias que ya existen (por ejemplo: ecologismo, buen vivir, new age) desde hace tiempo. Lo nuevo es que se mira, y se replantea, todo por la óptica del tiempo. Y también el lenguaje de la lentitud es nuevo, o por lo menos más fresco. No se cae en los viejos debates estériles de izquierda y derecha. Slow no es anti-capitalismo se busca un capitalismo mas equilibrado y menos destructivo. La filosofía Slow tiene algo para todo el mundo, por que ahora todos somos victimas del culto a la velocidad. Si este libro hubiera salido hace 20 años, no hubiese tenido el impacto que está teniendo. No estaría saliendo en 25 idiomas. Yo no estaría viajando por todo el mundo explicando el mensaje de la lentitud. Hace 20 años el libro hubiese sido un éxito entre grupos muy limitados -gente alternativa y quizás algunos empresarios pos-infarto. Pero ahora tiene eco con todo el mundo -desde los empresarios exitosos hasta los religiosos y la gente New Age. Muchas empresas me invitan para armar talleres sobre los beneficios de la lentitud. Y el libro ha sido muy elogiado en la prensa de negocios. Pero por otro lado, le encanta también a la gente de yoga y meditación. Y además, conozco a por lo menos una docena de sacerdotes que citan al libro en la misa. Y lo compran todos -jóvenes (incluso adolescentes), padres, jubilados. El virus de la prisa ha contagiado todo, y todos sufrimos.


DW- Vivimos, desde hace más de 30 años, una aceleración del capitalismo que nos ha mostrado a nivel social diferentes "estilos de vida": en ese espectro podemos ir desde la última rebeldía contestataria de los 80 -punk- a la adicción al trabajo en los 90 - workaholics o yuppies-. ¿Es el Equilibrio la premisa que puede unirnos en esta década 2000-2010?

CH- Sin ninguna duda. De hecho, vivimos 150 años de aceleración del capitalismo. Pero durante el grueso de este tiempo, el sistema nos traía más beneficios que perjuicios. Lo que cambió es que en los últimos años, el llamado "turbo-capitalismo" ha revertido la ecuación -ahora la velocidad del sistema económico nos hace mas mal que bien. Pero la solución no es abandonar el capitalismo -es de reinventarlo para el siglo 21. A mi me parece bien que la gente tenga la posibilidad de ser ambiciosa, de trabajar, de montar empresas, de disfrutar del consumo. El problema es que hacemos estas cosas de forma exagerada, y nos hace mal. Entonces, sí, yo veo el "equilibrio", que es el eje o el corazón del mensaje Slow, como la premisa que nos puede sacar de este brete cultural. Hasta se puede decir que la filosofía Slow puede llegar a ser la salvación del capitalismo. En el fondo, se está hablando de una revolución cultural. Un cambio profundo en nuestra manera de relacionarnos con el tiempo, y también en nuestras prioridades.

Pero es importante aclarar que el capitalismo no tiene toda la culpa de haber creado este culto a la velocidad. Esto viene de lejos. Aunque cuando estamos lejos del trabajo y de la oficina nos cuesta bajar el ritmo. Los alemanes inventaron hace poco una nueva palabra: freizeitstress. Significa el estrés en el tiempo libre. ¡En estos días, los alemanes asisten a cursos y talleres donde aprenden como tomarse las vacaciones con calma! Es un problema cultural.

¡Lo irónico es que nuestra impaciencia es tan implacable que hasta queremos ralentizar rápidamente! Pero no puede ser así. La revolución Slow llevará tiempo.
Pero yo creo que dentro de 20 años el mundo será muy distinto.

DW- En varios pasajes del libro se hace alusión a diversas expresiones de disconformismo del Siglo XIX, en las que se comprueba cierto rechazo al incipiente consumismo o visión del tiempo como ganancia o pérdida. Vistas desde el presente, parecería que estas expresiones fueron derrotadas por las tendencias que denunciaban. Hoy que el movimiento Slow se globaliza, ¿cómo imagina un escenario en el cual los adeptos a dicho movimiento crecen y dejan una impronta duradera y decisiva en nuestra cultura?

CH- Estas expresiones fueron derrotadas porque, durante más de un siglo, la cultura de la velocidad nos traía más beneficios que perjuicios. Pero la aceleración siempre tenía un limite intrínsico - un punto donde no se podría acelerar mas sin dañarnos demasiado. Lo que pasa es que hemos llegado, o estamos llegando, a ese punto de inflexión. Por eso, creo que la tendencia histórica está ahora con los adeptos del movimiento Slow. Quizás no parece así, porque la cultura dominante, y nuestro impulso internos, transmiten otro mensaje. Pero los platos tectónicos culturales empiezan a moverse bajo la superficie (y también se ven cada vez más indicios en la vida cotidiana de que la filosofía Slow está ganando terreno).

Un ejemplo paralelo: En los años 60, cuando las feministas empezaron a desafiar de verdad la cultura de desigualdad entre el hombre y la mujer, parecía una revolución sin futuro. La respuesta de la cultura dominante era: El mundo siempre fue así, ustedes no pueden cambiar nada, entonces cállense y vuelvan a la cocina.

Pero mire el mundo de hoy. Claro que falta mucho que hacer para que las mujeres tengan las mismas posibilidades que los hombres, pero a una chica de hoy le cuesta imaginar como era la vida hace solo 30 o 40 años. El mundo ha cambiado en ese sentido. Para que una revolución cultural ocurra, se necesitan tres factores: una necesidad de cambio, una toma de conciencia, y gente que pone en práctica el nuevo credo. El movimiento Slow reúne todos los tres. A mi juicio, solo le falta tiempo para imponerse. La verdad es que yo mi siento cada vez mas optimista.

Publicado por: Adrián Karpu - Alumno 1º año RR.HH. - IESERH - Com "B"

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